Catalina Rodríguez Pérez, es una mujer de 23 años nacida en Fortul, con nivel de escolaridad hasta séptimo grado, y un curso de peluquería, con el cual se ayudaba para ejercer trabajos temporales por turnos, para mantener a su mamá y a su hermanita. Frente a las necesidades, empezó a buscar otras fuentes de ingreso, conociendo de una posibilidad presentada por un amigo peluquero llamado William, de que estaban necesitando mujeres atractivas y jóvenes para trabajar como meseras y anfitrionas en el barrio Siete de agosto de la ciudad de Bogotá en un restaurante bar llamado Doña Flor, con buenas condiciones económicas. Catalina decide aceptar la propuesta, y además acepta un dinero de William para poder viajar hasta Bogotá e instalarse los primeros días. El viaje se organiza, y sale de la terminal de Fortul con rumbo a Bogotá el 2 de septiembre de 2014. Ese mismo día llega a Bogotá, directamente al bar de Doña Flor, donde es recibida por su propietaria la señora Flor Martínez, quien le informa que su trabajo será en realidad trabajar de prostituta, atender clientes y lograr que ellos consuman licor y droga en gran cantidad. Adicionalmente, del dinero que ella reciba por la comisión, deberá descontar el dinero que le debe a su amigo William, además de las multas que por su conducta, desobediencia o quejas de clientes, se le impongan. Además, la señora Flor le informa que el servicio que prestan también es “a domicilio” en algunas casas, talleres, entre otras, y que Catalina deberá atender esos servicios, llevando la droga que los clientes soliciten como parte del servicio. Catalina se niega y dice que quiere regresar, y la señora Flor le advierte que tiene una deuda con William, además de tener ubicada a su mamá y hermanita, que si las quiere, y especialmente las quiere mantener vivas, no se oponga a un trabajo del que puede salir ganando bien.
* Los nombre y los lugares fueron cambiados por seguridad de los testigos.
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