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Memorias de una víctima de explotación sexual

Agosto de 2014, Fortul, Arauca.

 

Catalina Rodríguez Pérez camina hacia el salón de belleza en el que trabaja temporalmente, a sus 23 años, la peluquería es el oficio que le da el sustento de cada día. De hecho, se lo da a ella, su mamá y su hermana pequeña.

 

Desde que era pequeña, Catalina solía idear maneras honradas de obtener dinero y ayudar a costear los gastos del hogar. Cuando cursaba séptimo grado en el colegio, la difícil situación económica que atravesaba su familia la llevó a abandonar sus estudios y a aprender a peinar, cortar el cabello y tinturar.

 

La remuneración a su trabajo de peluquera le permitió brindarle tres comidas diarias a su mamá y hermanita, más no muchas comodidades. Los tiempos seguían siendo arduos, el costo de vida aumentaba cada año y Catalina planeó conseguir otro trabajo. Con esfuerzo y un mejor salario, sus preocupaciones se disiparían, pensaba para sí misma.

 

Uno de sus amigos peluqueros, William, le había comentado tiempo atrás la contratación de mujeres atractivas en un restaurante bar en la ciudad de Bogotá. La labor a desempeñar: ser mesera y atraer clientes al lugar.

 

Catalina, confiando en la palabra de su conocido y esperanzada por la promesa de un buen salario, decidió viajar a la capital y aceptó un préstamo suyo. Destinó el dinero a la compra del pasaje y a los primeros días de hospedaje. ¿Quién la acogería? La señora Flor Martínez, una proxeneta de mujeres que solían llegar engañadas y en busca de trabajo al bar que llevaba su nombre, Doña Flor.

 



Septiembre 2 de 2014, Bogotá.

 

Catalina se había despedido con nostalgia de su mamá y hermana, las mujeres que la impulsaban a buscar un futuro mejor. Después de 10 horas y 8 minutos de viaje por carretera, había llegado a Bogotá.

 

La señora Flor la recibió en lo que parecía ser un gesto de amabilidad. Sin embargo, la verdad era otra, Catalina se había convertido en una víctima más de las numerosas redes de trata de personas en Colombia, sería dentro de poco, víctima de explotación sexual.

 

Al llegar al bar en el caótico Siete de Agosto, la realidad la abrumó. No existía un trabajo de mesera o anfitriona, sería obligada a comercializar su cuerpo.

 

Las reglas se le explicaron contundemente. Primero, debía lograr que quienes la explotaran sexualmente consumieran licor y droga en gran cantidad. Segundo, el dinero que los prostituyentes pagaran por unas horas con ella sería utilizado para saldar su deuda con William. Tercero, debía traficar droga. Cuarto, debía obedecer, de lo contrario se le impondrían multas.

 

 

Septiembre 3 de 2014, Bar Doña Flor

Catalina ha sido amenazada, si no cumple con las exigencias de Flor, su hermana y mamá serán agredidas por William. Para ella no hay opción, cree que debe soportar los abusos sexuales y cumplir las exigencias para proteger a su familia.

 

Ese día, inicia su infierno como víctima de uno de los tipos de trata de personas más crueles y comunes: la explotación sexual.

 

No creas que no hay salida a las situaciones de trata o tráfico de personas, un llamado de auxilio a las líneas nacionales e internacionales puede salvar vidas. ¡No estás sola!

 

 *  Los nombre y los lugares fueron cambiados por seguridad de los testigos.

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